Crisis de representación, miles de listas y renunciamientos forzados
Unos 18 mil candidatos se anotaron en Santa Fe, muestra inequívoca de las dificultades de representación. Cristina se bajó y puso al oficialismo en asamblea
La fiebre de viernes por la noche en la que quedó inmersa la capital provincial durante el cierre de listas la semana que pasó no se había disipado cuando le tocó el turno al Tribunal Electoral. El lunes, el organismo que preside el titular de la Corte Suprema, Daniel Erbetta recibió toda la documentación y puso en números las aspiraciones de santafesinos de quedarse con algún cargo electivo en septiembre: 18.000 ciudadanos.
En total se presentaron casi 2.000 listas para las cinco categorías en disputa (gobernador, intendente, diputados, senadores y concejales) en los próximos dos turnos electorales: las primarias del 16 de julio y las generales del 10 de septiembre. Comparado con cuatro años se notó un incremento de casi el 10 por ciento en la oferta electoral.
La proliferación de nóminas tiene un costado económico: detrás de muchos armados no hay tanto una vocación por la función pública sino más bien verdaderas pymes electorales. Si bien en Santa Fe se redujo el margen de especulación tras la implementación de la Boleta Única, que dejó en manos del Estado la impresión de los papeles, los fondos que se reparten para campaña audiovisual y el financiamiento de los partidos explica parte del fervor político.
Más allá del componente mercantilista, subyace en la sobre oferta electoral santafesina una marcada crisis de representación política. Se necesitan miles de candidatos, atomizados, dispersos, para sumar las voluntades mínimas que definen una elección.
La abundancia de nombres esconde otros dos fenómenos: la búsqueda “del cargo” político, mejor remunerado que la media laboral a igual esfuerzo, tan funcional al discurso anti casta de Javier Milei y la falta de liderazgos que ordenan el mapa de poder y reducen las colectoras.
La rosca de fin de abril y principios de mayo dará lugar, de a poco, a las recorridas intimistas ya no barrio por barrio sino casa por casa, seleccionada previamente cuidando todos los detalles. Hace tiempo que la política argentina en general y la santafesina y rosarina en particular dejó de lado los actos masivos y derivó en encuentros acotados, cara a cara, tan artificiales como las plataformas de gobierno, que después nadie recuerda y nadie ejecuta.
Los candidatos empezarán además a trazar los primeros lineamientos de su campaña. La agenda tiene dos prioridades bien marcadas: seguridad e inflación. En Rosario la preocupación excluyente de la población es la inseguridad desbocada, en un mes como mayo donde se vienen registrando más crímenes que jornadas transcurridas.
El clima social de temor y resignación ante el avance de la disputa narco es tal que los audios que se viralizaron en la semana en torno a supuestos toque de queda en zona norte resultaron verosímiles para gran parte de la sociedad. Nadie hubiera creído que fuera posible un ataque alienígena en la ciudad, pero la hipótesis de tiroteos a escala y medidas extraordinarias del Estado se tornó factible por el terreno fértil donde se sembraron: una Rosario atravesada por la criminalidad organizada.
En ese marco saldrán a la cancha los candidatos a hablar con la población. A ninguno le será sencillo el contacto con los vecinos, no sólo por las promesas incumplidas sino por las responsabilidades de cada sector político donde abrevan en esta coyuntura impiadosa.
¿Qué discurso adoptará Marcelo Lewandowski en sus recorridas para llegar a la gobernación ante la problemática de la inseguridad? ¿Asumirá el rol de candidato oficialista después de las promesas de paz y orden en una ciudad con homicidios récord?
Sus adversarios internos, Eduardo Toniolli, Leandro Busatto y Marcos Cleri, ¿dirán algo de la falta de presencia en Rosario de fuerzas federales que dependen del gobierno del Frente de Todos al que responden?
Los candidatos del frente de frentes, ¿sólo harán discursos con la lógica de recién haber llegado a la provincia o asumirán costos por lo que está ocurriendo? ¿Maximiliano Pullaro aludirá en sus actos al cierre de comisarías en la ciudad y a la ola de delitos que había en la región cuando era ministro de Seguridad, que derivó en la irrupción de la consigna “Rosario Sangra”?
¿De qué manera abordará la temática la socialista Mónica Fein, cuando en sus ocho años como intendenta prácticamente no alzó la voz contra la provincia ni se le escucharon críticas contra este flagelo que afectaba a los habitantes de la Rosario que gobernaba?
La radical Losada y el macrista Angelini, ¿tendrán otra opción para ofrecer que la mera militarización de las calles de la ciudad como propone su referente nacional Patricia Bullrich?
La política santafesina arrancará así una inusual campaña marcada por las urgencias, la inflación que no cede, la economía estancada y la falta de interés y credibilidad de los votantes. Todo, en medio de una ola de renunciamientos a nivel nacional, que marcan un claro fin de ciclo.
Primero fue Mauricio Macri quien se bajó de la carrera por la presidencia tras registrar que sus anteriores funcionarios y subordinados lo desafiaban a una primaria y no abandonaban sus aspiraciones de poder.
Luego Alberto Fernández declinó la misión imposible de competir por una eventual reelección agobiado por una interna feroz dentro del oficialismo y el ninguneo e indiferencia de su mentora y líder del espacio.
Y la semana que pasó el corolario llegó con la ratificación de Cristina Fernández de desistir de buscar un tercer mandato como jefa de Estado. La carta pública que difundió planteó como eje vertebrador de su decisión un supuesto complot judicial en su contra para proscribirla e impedirle ser candidata para competir en igualdad de condiciones para llegar nuevamente a la Casa Rosada.
Con sus eufemismos y recursos retóricos Mauricio Macri, Alberto Fernández y Cristina Kirchner comparten una misma situación: baja intención de voto y alto rechazo electoral para un casi seguro ballotage.
Los tres son conscientes además que el escenario electoral 2023 tiene una diferencia clara con lo ocurrido hace cuatro años atrás: la grieta bipartidista dio lugar a un escenario de tercios. Y para la segunda vuelta electoral hay lugar sólo para dos finalistas.
No hay renunciamientos históricos ni altruismo político que expliquen la salida de juego de tres dirigentes con tanta ambición de poder: fueron caídas forzadas por la realidad, una realidad que está transformando liderazgos y formas de representación política y social.