Tres de cada diez rosarinos sabe que en su barrio se vende drogas
Según una encuesta de la UCA, casi el 33 por ciento de los habitantes de la ciudad identificó que se trafica estupefacientes en su cuadra, manzana o vecindario, superando la media nacional. En las barriadas pobres se dispara el fenómeno
El 32,8 por ciento de los rosarinos sabe que en su barrio se vende drogas. Se trata del porcentaje más alto del país, casi el triple de la ciudad de Buenos Aires (12%) y varios puntos por encima de la media nacional (26,5%). Los niveles de conocimiento de espacios donde se trafica estupefacientes se disparan en los asentamientos irregulares, que llega al 76 por ciento, incluso cuando existe presencia policial en el barrio (38,6%).
Así se desprende de una encuesta elaborada por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). Sus principales novedades fueron presentadas días atrás en la ciudad al lanzarse una carrera de esa casa de altos estudios.
Las conclusiones ponen nuevamente en agenda la penetración del narcotráfico en la ciudad, donde según datos del Ministerio Público de la Acusación (MPA) en 8 de cada 10 crímenes que se producen en Rosario hay un trasfondo atravesado por la disputa territorial por la venta de drogas.
“La venta ilegal de drogas es un problema de alcance nacional cuya gravedad y extensión viene creciendo durante las últimas dos décadas a nivel general. Pero sobre todo en los barrios más pobres, creando un entramado socioeconómico que debilita la integración social y las posibilidades de empoderamiento comunitario”, advierte el trabajo.
Y agrega: “El narcomenudeo en los barrios populares es una actividad económica que se apoya en una red de organización rudimentaria, pero de mucho poder local debido a su extendida penetración entre los jóvenes, la participación de estructuras familiares, la ausencia del Estado y su convivencia con las fuerzas de seguridad”.
En diálogo con La Capital, el director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, Agustín Salvia aclaró que la encuesta “no indaga directamente sobre el fenómeno de las adicciones, donde incluso no hay estadísticas oficiales del Sedronar sobre consumo desde hace años y que tiene sus complejidades y distintos niveles de abordaje” desde lo sanitario y eventualmente su persecución penal.
“Nuestro trabajo _continuó Salvia_ analiza un indicador indirecto al fenómeno del consumo de sustancias vinculado con la instancia de compra venta. Es una aproximación verosímil a una parte del problema, pero que no es de proyección lineal a todas sus aristas”.
Salvia explicó que el trabajo de campo de la UCA no consultó sobre consumo sino sobre la percepción de venta. “No tenemos otra fuente sobre fenómenos asociados al consumo de drogas en el país, con lo cual construimos este indicador vinculado con la representación de venta de sustancias en el entorno donde la persona vive”, apuntó.
Según el relevamiento, uno de cada cuatro hogares (26,5%) identificó la venta y tráfico de drogas en su cuadra, manzana o vecindario. Esta situación sólo ocurre en el 12,1% en la ciudad de Buenos Aires, pero en un 31,1% en el conurbano bonaerense y en un 32,8% en el Gran Rosario.
Para Salvia los resultados de Rosario “no sorprenden. Están en valores similares al conurbano bonaerense con los que comparte problemáticas similares, en torno a la problemática de venta y consumo de sustancias”.
De acuerdo al informe, en las villas o asentamientos, la percepción de venta de drogas sube al 49,2%, así como al 41,2% en los barrios populares de clase baja. En los barrios de clase media este riesgo cae al 20,3% y en los de clase media alta al 3,9%. En estos barrios no es que no exista el problema, pero es menor su prevalencia, así como también su visibilidad.
Al respecto, en el Gran Rosario, la presencia de venta de drogas alcanza los valores comparativos más altos a nivel villas y asentamientos (76,3%), incluso cuando existe presencia policial en el barrio (38,6%).
El consumo según las clases sociales
El director del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), Agustín Salvia advirtió que “el consumo de drogas en el país está extendido entre las distintas clases sociales, pero tiene modalidades muy diferentes”.
En ese sentido destacó que en las clases bajas y en asentamientos de emergencia la lógica de venta es más visible, los vecinos la conocen y “está más asociado a determinados entornos físicos que pueden ser los búnker o determinadas construcciones precarias”.
“Pero en las clases medias y altas _siguió_ también hay consumo y venta, pero por lo general tiene un sesgo no tan visible, se puede dar en determinados espacios públicos como boliches, parques y plazas, donde el Estado no está presente” y el asunto pasa algo desapercibido.
“Si bien la venta y consumo de substancias ilícitas atraviesa toda la estructura social, es en los espacios urbanos más vulnerables donde adquiere mayor penetración, visibilidad y consecuencias más graves, formando parte estructural de la vida económica y social de esos barrios”, asevera el estudio.
De allí que el relevamiento concluye: “La lucha contra el narcotráfico no puede fundarse en una acción represiva sobre las víctimas de las adicciones. Sino que debe centrarse y extremar acciones en erradicar las organizaciones delictivas, circuitos económicos y políticos y de seguridad que protegen y promueven la venta y consumo de drogas ilegales”.